Este año también el tomate pera sea ha comportado muy bien, con ellos hacemos una conserva diferente del habitual tomate frito. Partiendo de la idea del tomate seco, hacemos una versión «cantábrica». Aquí es muy difícil que el sol luzca lo suficiente y que el ambiente se mantenga lo bastante seco como para hacer la versión tradicional del tomate seco.
Así que lo que hacemos es, tras limpiar los tomates de pepitas y agua, se ponen en una bandeja de horno a temperatura baja, alrededor de 50 grados, hasta que el tomate esté blando y la piel se desprenda con facilidad.
Cuando está a nuestro gusto, se meten en tarros bien apretaditos y se cubren con aceite. A la hora de comerlos es como meter en la boca un concentrado de tomate, intenso y dulce. A mí me gustan una barbaridad, pero otros que lo han probado arrugan la cara y se quejan de que es un sabor muuuuuy intenso.