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Archive for the ‘Conservas y recetas’ Category

 

 

Este año también el tomate pera sea ha comportado muy bien, con ellos hacemos una conserva diferente del habitual tomate frito. Partiendo de la idea del tomate seco, hacemos una versión «cantábrica». Aquí es muy difícil que el sol luzca lo suficiente y que el ambiente se mantenga lo bastante seco como para hacer la versión tradicional del tomate seco.

Así que lo que hacemos es, tras limpiar los tomates de pepitas y agua, se ponen en una bandeja de horno a temperatura baja, alrededor de 50 grados, hasta que el tomate esté blando y la piel se desprenda con facilidad.

Cuando está a nuestro gusto, se meten en tarros bien apretaditos y se cubren con aceite. A la hora de comerlos es como meter en la boca un concentrado de tomate, intenso y dulce. A mí me gustan una barbaridad, pero otros que lo han probado arrugan la cara y se quejan de que es un sabor muuuuuy intenso.

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Y más tomates

El departamento de conservas está funcionando este verano a toda máquina, especialmente con el tomate, tomate frito, con un poco de ajo, o con pimiento,  más dulce, más picante, este año hay tantos que se puede experimentar.

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No sólo de pan vive el hombre, algún líquido será necesario para pasar el pan, digo yo. Orujo, limón, canela y azúcar son los ingredientes del licor de limón que hacemos por aquí, no es limoncello, es más fuerte. El orujo se hace aquí cerca, destilándose a la luz de la luna, lejos de las miradas curiosas y de la ley.

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Las otras conservas

Tomate frito, pisto, guindillas en vinagre, mermeladas, congelados, el verano es tiempo de hacer conservas y preparar la despensa para los meses de frío y poder llevar a la mesa algo más que coles y puerros. Pero no sólo de pan vive el hombre … Tengo unas pocas plantas de arándanos con una minúscula producción, quizá diesen para hacer un par de tarros de mermelada, pero prefiero emplearlos en otro tipo de conserva: arándanos, azúcar y un palo de canela, todo ello en una botella con orujo del país (del que se destila a escondidas a la luz de la luna) y al cabo de unas semanas tenemos un delicioso licor de arándanos, como calefacción para el invierno.

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Haciendo queso

Tras mucho, demasiado tiempo alejado del blog retomo la actividad con un post que me hace especial ilusión y que me trae muchos recuerdos de la infancia, cuando en casa había vacas de leche. Sigue sin haberlas, pero tengo unos vecinos a los que les cambio leche de sus vacas por huevos de mis gallinas y todos contentos con el trueque.

Con la leche sin hervir, pasteurizar, uperisar o lo que sea, comenzamos el proceso. Mis medidas son para tres litros de leche, cucharada y media de cuajo y una de sal. El cuajo aquí se puede comprar en farmacias o, como es el caso, a granel en una ferretería. Primero se calienta suavemente la leche hasta una temperatura algo inferior a la del cuerpo humano, no usamos termómetro, así que es una aproximación. A continuación se añade el cuajo y la sal, se remueve para que se mezcle bien y se deja reposar. Con unas tres horas suele bastar. Después se corta la leche cuajada en cubos para separarla del suero, se echa en un recipiente para que pueda escurrir el suero (en mi caso un escurreverduras con un trapo), y se deja reposar unas horas, haciéndolo por la noche para la mañana está hecho. Se añade sal al gusto y a comer.

Unas fotos del proceso:

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Cuando hablaba  el otro día del movimiento de 100 mile diet, hablaba de ecología, trazabilidad, apoyo a la economía local, comidas más sabrosas, faltaba una ventaja que comentar, la satisfacción que produce comer lo que uno ha hecho/criado/cultivado. Por eso hay días como hoy en que la comida más sencilla es especial, cuando todos los elementos que la componen están producidos en casa:

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Ultimamente estoy encontrando bastantes referencias en las webs y blogs que suelo a seguir a un movimiento que busca consumir alimentos locales. Si lo pensamos un poco se ve que no es nada nuevo, nuestros abuelos y, durante mucho tiempo, nuestro padres consumían productos locales con pequeñas excepciones como el azúcar o el café.

En la web http://100milediet.org enumeran las razones por las que apostar por esta vía: los alimentos serán más frescos, más sanos y tendrán todos su sabor, mayor control sobre los alimentos, sabes de donde viene, mejores relaciones sociales, comes productos de temporada, descubres nuevos u olvidados sabores, ayudas a conservar el medio ambiente al evitar la ingente cantidad de energía que implica transportar y envasar alimentos a largas distancias; apoyas la economía local, etc.

Pero se puede llegar más lejos, la 0 mile diet sería hablar directamente de autosuficiencia. Y aunque uno está aún lejos de eso y además de imposible no sea deseable del todo, creo que en cierta medida es positivo cierto grado de autosuficiencia, creo que es objetivamente bueno ser capaz de cultivar o criar parte de tus alimentos, ser capaz de trabajar con las manos, ser capaz de independizarse (un poco) de la electricidad o del petroleo. Y, ¡que narices! si no es bueno a mi me divierte y me satisface hacerlo. Me gusta comer lo que da la huerta aunque sea invierno y no haya demasiada variedad

me gusta hacer pan en casa

y me gusta usar la imaginación para hacer platos basados en los productos de casa sin que por ellos deban ser repetitivos o aburridos, por ejemplo, estos pimientos rellenos de conejo con colinabos.

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En principio este post no tiene demasiado que ver con la granja, pero sólo en principio. Este año los reyes magos por fin leyeron mi carta y trajeron lo que les  pedí, una máquina de hacer pan. No siembro cereales, al menos de momento, por lo que la harina la tengo que comprar, pero creo que es un paso adelante hacia una cierta autosuficiencia, independencia alimentaria o como queramos llamarla.

El primer intento, pan integral de harina y centeno, bastante buen resultado para ser el primer intento.

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La frase original del juego era «de La Habana ha venido un barco cargado de … » pero aquí nos viene al pelo cambiándole La Habana por América. El caso es que quería hablar de algunos de los vegetales que llegaron a España desde América y que hoy parecen insustituibles. En estas tierras cantabronas, si hubiese que elegir cuatro productos que se consideran básicos hace muchos años serían: patatas, maíz (como en el caso del eucalipto-ocálito(u), aquí es máiz), alubias y berzas, las tres primeras de origen americano, especialmente en los meses invernales (en agosto es fácil encontrar que comer) ya que además se conservan bien. Cuesta imaginarse ahora que comían nuestros antepasados antes de la llegada de esas plantas, el clima de esta tierra no es de trigo, vid y olivo. Hasta hace poco, patatas, maíz, alubias y berzas junto a la leche y a los productos del chón constituían la dieta básica de nuestros mayores. Y como ha pasado tantas veces, de la necesidad hicieron virtud y se crearon guisotes tan fantásticos como el cocido montañés, con alubias, berzas, chorizo, morcilla, tocino …

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Crema de calabaza

Tras unos días de exceso en el comer y el beber y la previsión de seguir por el mismo camino en los días venideros apetecen platos más ligeros y que ayuden a mitigar los excesos. Por ejemplo una crema de calabaza.

Tras quitar piel y pepitas, se trocea y, junto a una patata, una cebolla, un poco de agua sal y aceite se mete en la olla a presión.

Cuando está preparado (unos diez minutos en la olla bastarán) se bate bien, con batidora o pasapuré (más trabajoso pero mejor resultado), se corrige de sal y se le puede echar un chorrito de nata o un poco de queso cremoso, que le darán un toque perfecto a la crema.

Y ya está, con unos picatostes está delicioso.

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